Primeramente, analizamos el relato como nos lo transmite el narrador, percatándonos de cómo lo ha conformado. Esta parte, denominada discurso, constituye junto con la historia relatada, el relato literario en su integridad. Aparte del análisis del narrador, Lahn-Meister, Einführung, 112-203, proponen analizar el discurso según varios parámetros; los más relevantes son los cinco acá enumerados.
El narrador autorial del evangelio relata la βίος (portrait, forma de vida) de Jesús, figura central de su obra; es el tipo de narrador tradicional; él mismo permanece oculto, no se identifica en su obra, cuenta el relato desde fuera. Se le llama narrador heterodiegético. No obstante, algunas veces anota observaciones para los lectores, haciéndolos partícipes de información privilegiada (Rhoads, Marc). Es un narrador fiable para sus destinatarios. Aparte de la alusión a los lectores en Mc 13,14: “el que lea, que comprenda”, éstos no se abordan expresamente en toda la obra. De todos modos, el narrador se dirige a lectores (oyentes) implícitos, cuyo perfil se debe inferir indirectamente a partir de toda la obra.
1.1 El estilo del evangelio lo denomina Reiser (Sprache 98-105) episódico con presentación escénica, es parco, sencillo; las escenas se forman sobre diálogos vivos, en los que el discurso de los personajes se cita en estilo directo. El relato es paratáctico, es decir, las oraciones se encadenan por medio de la conjunción καί, “y”, 7 veces. El episodio se incorpora al relato evangélico aludiendo a Jesús, el personaje central, sólo por el pronombre, αὐτός, él, sin mencionar su nombre. El narrador introduce el texto en presente histórico, ἔρχεται, viene, v. 40; además usa el presente para introducir el discurso de Jesús, λέγει αὐτῷ, le dice, vv. 41.44, “reproduciendo” la conversación, reavivando el episodio. El lenguaje del narrador, la koiné, es cercano a la lengua hablada. Propio de su vocabulario es el uso de εὐθύς, inmediatamente, vv. 42.43, que le da agilidad al acontecimiento.
1.2 Focalización. La parte del texto que se encuentra fuera de las comillas corresponde al relato del narrador; sobre todo ahí podemos apreciar la perspectiva narrativa. En el breve relato predomina la perspectiva ilimitada: el narrador lo percibe y lo sabe todo, conoce las acciones y sentimientos de los personajes (en la terminología narrativa se denomina focalización cero). Sabe del leproso, que se postra, que suplica; sabe que Jesús se compadece, que lo toca y lo cura; cuenta que la curación es inmediata, que Jesús le plantea exigencias, y sabe de su incumplimiento por parte del hombre aliviado. Al final, en el v. 45e cambia la perspectiva, ya que el narrador nos transmite que las gentes (sujeto tácito): “acudían a él de todas partes”, pero sin darnos a conocer expresamente la motivación de esta acción; por supuesto, podemos suponer que se debe al hecho de que Jesús, a causa de la divulgación del prodigio, ya no podía presentarse en público, sino que se quedaba a las afueras, por lo cual la gente acudía a él. En la terminología narrativa esta perspectiva se denomina focalización externa (Genette, Erzählung 241-244; Lahn - Meister, Einführung 116-121).
1.3 Por otra parte, el texto que se encuentra dentro de las comillas corresponde al discurso de los personajes. Sus enunciaciones están conformadas de manera que sólo hay una petición expresada por el enfermo a Jesús, introducida por la fórmula: λέγων αὐτῷ ὅτι, le decía, 1,40 y, seguidamente, una concesión de la petición y una exigencia de Jesús al hombre curado, ambas introducidas por la fórmula: καὶ λέγει αὐτῷ, y le dice, 1,41.43: en total, hay tres intervenciones en discurso directo: una del enfermo y dos de Jesús (Lahn - Meister, Einführung 129-137; Finnern - Rügemeier, Methoden 181-184).
1.4 Cadencia temporal. El narrador nos presenta el acontecimiento de forma sincrónica, es decir, sigue el orden de las acciones y, además, isocrónica, es decir, dura tanto como las acciones. No obstante, en 1,45c la acción de Jesús de permanecer fuera está en imperfecto (ἦν, se quedaba), e igualmente, la de la gente de acudir a él (ἤρχοντο, venían); estos tiempos verbales indican que las acciones son durativas (Blass - Debrunner - Rehkopf, Grammatik 269); pero terminan en cuanto el narrador inicia el siguiente episodio en 2,1: “Entró de nuevo en Cafarnaúm” (Martinez - Scheffel, Einführung 33-50).
1.5 Un parámetro importante en el análisis narrativo es el de el saber y la información proporcionados por el relato. En él se combinan informaciones conocidas y nuevas de tal forma que constituyen un saber, una historia significativa y relevante para el lector (oyente). Claro está, el saber y la información del relato suponen otro saber: el del contexto cultural y el saber del mundo, que posee el lector (Lahn - Meister, Einführung 166-174). Mediante su estructura clara, compuesta de cuatro acciones, podemos constatar tanto el saber y la información conocidos como también la novedad que nos proporciona el relato.
Saber conocido:
- Jesús es el personaje central, aunque su nombre no se menciona; a él se refiere el narrador por el pronombre “él”: 4 veces en acusativo, αὐτόν; 1 vez en dativo αὐτῷ. El contexto también indica que en el v. 45: “de modo que ‘él’ ya no podía presentarse en público” el pronombre se refiere a Jesús. Este uso del pronombre constituye un caso denominado “lugar indeterminado” que el lector puede completar.
- Realidad de la lepra y de los leprosos, y las prescripciones (scripts) de pureza relacionadas con la lepra.
- La fama del poder de Jesús sobre espíritus impuros y sobre la enfermedad, Mc 1,28.32-34.
- Jesús tiene discípulos, Mc 1,16-20; en este relato no se mencionan, pasan a segundo plano.
Saber nuevo:
- Aparece un leproso anónimo; éste sabe que Jesús lo puede curar.
- Compasión de Jesús por el enfermo.
- Actitud de Jesús de obrar en conformidad con la Ley de Moisés, específicamente exigiéndole al hombre curado cumplir con la ofrenda por su purificación.
- Exigencia de Jesús a un hombre que ha curado de no divulgar el hecho (λόγος significaría en este contexto “suceso, hecho”, cfr. Greek-English Lexicon of the New Testament 599).
- Divulgación del hecho por el hombre curado, contraria a la exigencia de Jesús.
- Debido a la divulgación Jesús no pueda presentarse en público, sino que se queda a las afueras.
La combinación de esta información, presentada de forma anecdótica, y apoyada por la repetición favorece la memorización del relato. Los verbos empleados en la petición del enfermo: ἐὰν θέλῃς si quieres, y δύνασαί με καθαρίσαι puedes limpiarme (curarme), se repiten en la palabra de Jesús que obra el milagro: θέλω, καθαρίσθητι quiero, queda limpio; el segundo verbo también aparece en la constatación del prodigio, Mc 1,42.
El relato literario se presenta generalmente de tal forma que motiva al lector; y la mayor de las motivaciones es la curiosidad. En nuestro texto puede ser: ¿por qué Jesús exije encarecidamente al hombre aliviado no decir nada a nadie? El narrador no lo dice
Seguidamente el narrador cuenta algo sorpresivo, inesperado – la sorpresa es otro medio de motivar al lector: el hombre aliviado desacata el deseo de Jesús y divulga el prodigio. Este dato llama bastante la atención. ¿Por qué lo hizo? El narrador tampoco lo dice.
La acción sorpresiva del hombre muestra que Jesús logró lo contrario de lo que quería: impedir la difusión del milagro y el ser buscado por la gente. Este elemento resalta bastante e incentiva la memorización. Marcos nos cuenta otros desenlaces inesperados, como la respuesta inesperada de la sirofenicia, Mc 7,25-30, o cuando Jesús no encontró frutos en la higuera, Mc 11,12-14.
La información del relato también le permite al lector y al oyente simpatizar o no simpatizar con sus personajes. La figura de Jesús, por lo que dice y hace, refuerza la simpatía de sus seguidores. El leproso, según los valores y normas del relato, puede serle simpático al lector y al oyente.
Por qué no decirlo, la reacción sorpresiva del hombre muestra que la medida de Jesús de que el hombre guardara silencio, para que él pasara desapercibido, logró lo contrario de lo que buscaba, pues al final: Jesús tenía que quedarse a las afueras y, no obstante, la gente acudía a él de todas partes. Este elemento resalta bastante e incentiva la memorización. Pero Marcos nos cuenta otros desenlaces inesperados, por ejemplo, cuando la sirofenicia dio una respuesta inesperada a Jesús, Mc 7,25-30, o cuando Jesús no encontró frutos en la higuera, Mc 11,12-14.
En segundo lugar, analizamos el qué del texto, la historia relatada. De nuevo seguimos ante todo a Lahn-Meister, Einführung 204-258, que proponen analizar la historia según varios parámetros; los más importantes son los cuatro que siguen.
2.1 Aspectos temáticos. El tema es la idea representada por el material, es decir, el problema que gobierna la estructura general del texto narrativo. Podría decirse que el tema de todo el relato evangélico, como lo sintetiza el título, Mc 1,1, es el anuncio de la buena noticia del reino de Dios, proclamada por Jesús, el Hijo de Dios; la curación de un leproso también es señal de la irrupción del reino que él predica, que exige seguimiento. Por medio de tal curación muestra que tiene poder incluso sobre la impureza letal de la lepra. El material del relato, igual que el de toda la obra, debió ser intertextual, es decir, debió existir previamente de alguna forma oral o escrita, llegando luego a estar a disposición del autor. Puede tener importancia acá el motivo de la curación de la lepra, que se conoce desde el Antiguo Testamento. El tema de este breve texto se podría sintetizar en las palabras: “un curado de lepra por Jesús difunde el milagro.”
2.2 Ubicación espacio-temporal. En el mundo narrado se encuentran objetos en un espacio, dentro del cual se mueven las figuras; ambos posibilitan una imagen abstracta, por decirlo así, sensitiva del espacio. Cada elemento del mundo narrado tiene su espacio. Junto con el espacio el tiempo es categoría fundamental de nuestra experiencia. Estados y acontecimientos de los relatos se sitúan en el tiempo (Lahn-Meister, Einführung 249-258).
En Mc 1,40-45 el narrador no dice expresamente dónde tiene lugar el acontecimiento. Las normas relacionadas con la enfermedad hacen suponer un lugar despoblado, a las afueras, ligado a la figura del leproso. A las afueras permanece Jesús al final del relato, Mc 1,45. El narrador asocia un lugar como este a la oración de Jesús, cfr. Mc 1,35.
Tampoco hay datos de tiempo. Según el narrador, un día después de la primera jornada en Cafarnaúm, Mc 1,21-34, Jesús “se puso a recorrer toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios” (Mc 1,39). La curación del leproso tiene lugar en un momento indeterminado al final de esta actividad, y antes de que Jesús entrara de nuevo en Cafarnaúm, Mc 2,1. En suma, el relato no contiene datos expresos de lugar y tiempo, sólo se pueden colegir por el contexto literario.
2.3 La acción. La acción, como decíamos antes, se desarrolla en cuatro partes: petición de curación de un leproso a Jesús y su cumplimiento, 1,40-43; exigencias de Jesús al hombre curado e incumplimiento de una de ellas por parte de éste, 1,44-45a y, como consecuencia, la acción de Jesús de no aparecer en público, 1,45b-c; y la acción de la gente, 1,45d. ¿Qué lógica sigue la acción?
Pavel (Poetics of Plot 115-130) analiza la acción de todo el relato como tejido de movimientos (moves) particulares realizados por las figuras. Cada una va tras un objetivo, pero simultáneamente se ajustan al entramado general, que va cambiando de forma dinámica. El movimiento de una figura apoya (auxiliary) o entorpece la estrategia de otras figuras. Así, un movimiento en particular se puede describir como una transformación de una situación de partida (problema) en otra situación sucesiva (solución); ésta, a su vez, se vuelve situación de partida que se subordinada a otro movimiento, y así sucesivamente hasta llegar al entramado general, en donde terminan las opciones de acción de las figuras centrales. Puede ser que éstas no logren sus objetivos.
Según el modelo de Pavel, tendríamos cuatro movimientos. La situación de partida, el problema, es la enfermedad del leproso; ésta se transforma, se soluciona: el enfermo se cura. Por lo visto, la exigencia de que la curación no se divulgue se convierte en problema para el hombre aliviado y, además, tiene que cumplir ante la autoridad con lo prescrito por la Ley para que su curación sea reconocida; el hombre curado reacciona desobedeciendo lo mandado por Jesús: propaga la noticia entre la gente; este hecho se vuelve problema para Jesús; solución: quedarse en las afueras, no aparecer en público; por último, este problema (Jesús no aparece) lo soluciona la gente buscándolo, acudiendo a él.
2.4 Los personajes. En nuestro relato, Jesús es el personaje central. El leproso se restringe a este texto. Por otra parte, están los que acuden a Jesús de todas partes; el sacerdote es una figura de fondo (Finnern-Rüggemier, Methoden 205-206), perteneciente al grupo de “ellos” mencionados en la expresión “para que ‘les’ sirva de testimonio”, Mc 1,44.
a) Cómo se nos presentan los personajes
El leproso, que sabe de Jesús, toma la iniciativa; infringiendo la norma que le prohíbe acercarse a otra persona y contaminarla, actúa adrede, quiere quedar limpio. Su postura de rodillas es parte de su súplica al bienhechor superior que puede ayudarlo. El hombre expresa su petición sin ambages, mediante dos verbos precisos, apelando a la voluntad (si quieres) y al poder (puedes) de Jesús para que lo cure. El hombre pone su curación en manos de Jesús.
Una vez curado, según el narrador, otra vez toma la iniciativa y se pone a pregonar y a divulgar el hecho por todas partes (ya que acudían a Jesús de todas partes), infringiendo la exigencia que le impartiera Jesús de no decir nada a nadie. Se diría que curado, librado de la enfermedad, liberado de la impureza – y quizás de la muerte – no puede callar.
La instrucción al hombre de que se presente al sacerdote y cumpla con la Ley es una exigencia que el hombre tiene que resolver para que su curación sea reconocida, de manera que se pueda integrar de nuevo en su entorno social y cultual. Esta exigencia pasa por completo a segundo plano. El narrador no dice si el hombre curado le dio cumplimiento. El leproso se supone reconocido por su aspecto externo.
b) Caracterización de los personajes
Rasgos del leproso. En primer lugar, están la actitud suplicante (παρακαλῶν 1,40) y la de reconocimiento y sumisión, al postrarse ante Jesús (γονυπετῶν 1,40). Por otra parte, se diría que posee un carácter osado, de arrojo, ya que se atreve a acercarse a Jesús superando la barrera de la pureza ritual. Su osadía también se manifiesta en que se atreve a desobedecer a Jesús, divulgando su poder. ¿Pero cómo callar después de quedar limpio y de ser librado de una enfermedad quizás mortal? Podríamos suponer en el hombre sentimientos de alegría desbordante que le llevan a desobedecer pregonando sobremanera (πολλά) lo sucedido, que remite sólo al bienhechor y taumaturgo, a Jesús. El verbo κηρύσσειν, pregonar, anunciar, que verbaliza la acción del leproso, la cualifica como una predicación. No obstante, y el narrador no dice expresamente que el hombre se hubiese hecho discípulo de Jesús, el personaje no vuelve a ser mencionado en el evangelio.
Rasgos de Jesús. El narrador nos presenta a Jesús poseyendo un poder superior a la impureza, que la cura, incluso la impureza oculta de la hemorroisa (5,25-34). Jesús demuestra al leproso una actitud de acogida: no lo evade. El narrador menciona su sentimiento de compasión, que es respuesta a la súplica sumisa del leproso. Este sentimiento se menciona en los dos relatos de la multiplicación de los panes (6,34; 8,2). La autoridad de Jesús, distintivo de su persona según la imagen de los evangelios, se evidencia en la palabra que le imparte al hombre aliviado exigiéndole callar y cumplir lo prescrito por la Ley. “Para que les sirva de testimonio”, es decir, para que les conste “la curación y el requerimiento de Jesús de hacerla valer” (Müller, “Nicht nur rein” 224). El comportamiento de Jesús de quedarse a las afueras muestra que no podía evitar la acción (de predicación) del hombre aliviado.
Algo similar había ocurrido antes según Mc 1,35-38. Jesús había madrugado a un lugar solitario a orar; en cuanto se percataron Simón y sus compañeros fueron en su busca, porque todo el mundo lo buscaba. En esa ocasión Jesús tampoco accedió a la sola necesidad de la gente que lo buscaba, sino que se marchó con sus discípulos a predicar a otra parte.
Jesús es la figura central no sólo de este pasaje, sino de todo el relato evangélico. Los rasgos acá expuestos confirman su presentación en toda la obra como líder religioso singular. Acá sobresalen su poder, superior a la impureza, su compasión, su autoridad, su deseo de que no le se busque sólo por sus milagros, sino por su evangelio y su seguimiento. La singularidad de su liderazgo está en su carismatismo de “servicio”, opuesto al concepto de líder de su entorno sociocultural y político.
c) Trasfondo del texto
Valores: Jesús es movido por el valor de la compasión que, por supuesto, tiene connotación divina.
Normas: Tras el breve relato se suponen normas cultuales y socioculturales relacionadas con la lepra. Ésta acarrea una serie de normas cultuales, basadas en el concepto de la impureza; por lo que el leproso es considerado impuro. Estas normas desembocan en la exclusión del leproso de la vida cultual. El contacto con un leproso hacía impuro a quien contactara con él. La reglamentación cultual preveía que el alivio de la lepra fuera confirmado por un sacerdote y exigía ofrenda ritual. Jesús reconoce expresamente esta obligación mandándole al aliviado cumplir lo prescrito por la Ley de Moisés. Del punto de vista sociocultural, el leproso debía ser identificable por su vestimenta desgarrada, su pelo suelto, su barba tupida y porque debía vociferar: ¡impuro, impuro! El leproso estaba excluido de la vida social, vivía fuera del pueblo o de ciudad amurallada (Eckey, Markusevangelium 86; Müller, “Nicht nur rein” 226-227).
La costumbre de la postración es un ritual acostumbrado ante una autoridad de rango superior por parte de una persona que se le subordina. Era una costumbre usual ya en la antigüedad, que se remonta a los persas.
Deseos/necesidades: El deseo de quedar limpio mueve al leproso. Jesús, a su vez, quiere ayudarlo. Hay entonces dos deseos que se complementan: el del leproso que se acerca, y el de Jesús que extiende su mano y lo toca. Jesús, una vez hecho el prodigio, desea que el hombre no dé a conocer el prodigio, advirtiéndoselo con insistencia; y el hombre – supuestamente sintiendo la necesidad imperiosa – lo divulga. Hay dos deseos opuestos: el de Jesús y el del hombre aliviado.
La palabra: “Mira, no digas nada a nadie” se cuenta entre los pasajes (Mc 1,25.34.44s; 3,11s; 5,43; 7,36; 8,30; 9,9) en los que Jesús exige que no se den a conocer atributos relacionados con él; esta exigencia fue denominada “secreto mesiánico” por la exégesis del siglo pasado.
Algunos aspectos sobre esta exigencia.
1. Las órdenes de callar dadas por Jesús a los espíritus impuros, Mc 1,25.34; 3,11s, muestran la confrontación de dos poderes desiguales: el poder de los espíritus impuros o demonios, que somete/posee al ser humano, cesa al ser expulsados por la autoridad/el poder mayor de Jesús. Que confiesen o conozcan a Jesús es táctica de defensa para no tener que abandonar su morada: el ser humano. Jesús, portador del Espíritu, es superior a ellos, les manda callar y salir, Mc 1,25, no los deja hablar, Mc 1,34, les manda no descubrirlo, Mc 3,11s. Esos seres obedecen a Jesús, salen del ser humano, pierden su poder sobre él (Cfr. Berger, Kommentar 140-142). En estos textos el narrador no involucra a los personajes que presencian el exorcismo, para que sepan quién es Jesús, sino que más bien, por las confesiones de los espíritus impuros, son los lectores quienes se cercioran de lo que ya saben desde el comienzo del evangelio: que Jesús es el Hijo de Dios.
2. En el relato de la curación del leproso y en el de la curación de un sordomudo, Mc 7,32-37, exigía Jesús de forma insistente no divulgar el prodigio; pero tanto el leproso como aquellos que le habían traido al sordomudo divulgaban el prodigio contraviniendo la orden de Jesús (cfr. también Mc 5,20). En este segundo relato se resume la admiración de quienes constataban el prodigio, Mc 7,37, sin que se mencione reacción alguna por parte de Jesús. En el relato de la resurrección de la hija de Jairo, Mc 5,22-24.35-43, una vez hecho el prodigio, Jesús exigía también de forma insistente a los presentes (los familiares inmediatos de la niña y sus cuatro primeros discípulos) que nadie se enterara del prodigio, Mc 5,43; por lo pronto el suceso no se divulgó. A diferencia de los espíritus impuros en los exorcismos, en estos tres relatos no hay confesión de Jesús. La exigencia de Jesús de guardar silencio se podría interpretar en el sentido de que pregonar (predicar) sus prodigios podía llevar a la gente a buscarlo sólo por sus milagros, sin vincularse a él, sin seguirlo, sin discipulatura. El verbo κηρύσσειν, pregonar, anunciar, cualifica positivamente la acción de los beneficiados en Mc 1,45 y 7,37, no obstante, en el texto del leproso logra lo contrario de lo que quería Jesús.
3. Después de la confesión de Pedro, Mc 8,29: “Tú eres el Mesías”, les manda Jesús a sus discípulos no decir nada a nadie, Mc 8,30. Inmediatamente después de que Pedro reconociera a Jesús como Mesías, era reprendido por Jesús, que lo llamaba Satanás, Mc 8,33, porque Pedro temía la prueba del sufrimiento y se la desaconseja a Jesús. Sólo después del sufrimiento y la cruz tiene sentido reconocer a Jesús como Mesías, antes no. E igualmente, después de la transfiguración, de la experiencia de la glorificación; también allí les mandaba a los discípulos (Mc 9,9) que no dijeran nada a nadie “hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos”.
El leproso es exponente del grupo sociocultural de los enfermos, seres humanos excluidos, separados, avocados a la muerte. Este enfermo se encuentra con Jesús, que lo limpia haciéndole posible volver a su entorno social y cultual.