Mc 1,40-45. Análisis narrativo

Se le acerca un leproso que, puesto de rodillas, le decía suplicante: «Si quieres, puedes limpiarme.» 41. Compadecido, extendió su mano, lo tocó y le dice: «Quiero; queda limpio.» 42. Al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. 43. Recomendándole severamente lo despidió 44. y le dice: «Mira, no digas nada a nadie. Pero vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.» 45. Pero él, así que se fue, se puso a pregonar sobremanera y a divulgar la noticia, de modo que él ya no podía presentarse en público en ningún pueblo, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.
En el v. 41 tomamos la lectura σπλαγχνισθείς compadecido, en lugar de la ὀργισθείς encolerizado.

La narratología es una ciencia interdisciplinar muy vasta. La narratología y el análisis narrativo buscan describir el relato literario de forma metódica, de manera que tal descripción posibilite luego su interpretación. Desde la década de los 90 surgió en esta ciencia otro planteamiento que desplazó al estructuralista, en que ella se fundamentó desde el comienzo; se trata del vuelco cognitivo (cognitive turn) según el cual el sentido del texto narrativo resulta de equiparar la información que él proporciona con el acervo del saber cultural que poseen tanto el productor como el receptor del texto. Con base en algunas introducciones al análisis narrativo producidas en los últimos diez años (por ejemplo, Fludernik, Erzähltheorie. Köppe – Kindt, Erzähltheorie. Lahn – Meister, Einführung. Martinez – Scheffel, Einführung), y en los aportes de algunos exegetas que aplican el análisis narrativo a los relatos bíblicos (por ejemplo, Finner – Rüggemeier, Methoden), vamos a considerar el breve relato de Mc 1,40-45, sin entrar en la teoría como tal. Siguiendo sus lineamientos analizamos primero el discurso y, en segundo lugar, la historia relatada. En cierto sentido se trata de la forma y el contenido del relato.

  1. Análisis del discurso

Primeramente, analizamos el relato como nos lo transmite el narrador, percatándonos de cómo lo ha conformado. Esta parte, denominada discurso, constituye junto con la historia relatada, el relato literario en su integridad. Aparte del análisis del narrador, Lahn-Meister, Einführung 112-203, proponen analizar el discurso según varios parámetros; los más relevantes son los cinco acá enumerados.

El narrador del evangelio y, por tanto, de este breve texto, permanece oculto, no se identifica. Es un narrador “tradicional”, heterodiegético, es decir, que describe acontecimientos en torno a la figura central de su obra, Jesús, que también lo es en este breve relato. Aparte de la alusión a los lectores en Mc 13,14: “el que lea, que comprenda”, éstos no se abordan expresamente en toda la obra. De todos modos, el narrador se dirige a narratarios, es decir, a destinatarios, a oyentes cuyo perfil se tendría que inferir indirectamente a partir de toda la obra.

El análisis narrativo establece como punto de partida fundamental que todo relato posee un narrador y un narratario o destinatario; estos dos conceptos se distinguen del autor y del lector reales; en nuestro relato, se distinguen de quienes hayan sido su autor real y sus lectores reales, existentes en determinado momento de la historia del cristianismo primitivo.

1.1 El estilo del evangelio lo denomina Reiser (Sprache 98-105) episódico con presentación escénica, es parco, sencillo; las escenas se forman sobre diálogos vivos, en los que el discurso de los personajes se cita en estilo directo. El relato es paratáctico, es decir, las oraciones se encadenan por medio de la conjunción καί, “y”, 7 veces. El episodio se incorpora al relato evangélico aludiendo a Jesús, el personaje central, sólo por el pronombre, αὐτός, él, sin mencionar su nombre. El narrador introduce el texto en presente histórico, ἔρχεται, viene, v. 40; además usa el presente para introducir el discurso de Jesús, λέγει αὐτῷ, le dice, vv. 41.44, “reproduciendo” la conversación, reavivando el episodio. El lenguaje del narrador, la koiné, es cercano a la lengua hablada. Propio de su vocabulario es el uso de εὐθύς, inmediatamente, vv. 42.43, que le da agilidad al acontecimiento.

1.2 Focalización. La parte del texto que se encuentra fuera de las comillas corresponde al relato del narrador; sobre todo ahí podemos apreciar la perspectiva narrativa. En los vv. 40-45d predomina la perspectiva ilimitada: el narrador lo percibe y lo sabe todo (en la terminología narrativa se denomina focalización cero). Al final, en el v. 45e cambia la perspectiva, ya que el narrador nos transmite que las gentes (sujeto tácito): “acudían a él de todas partes”, pero sin darnos a conocer expresamente la motivación de esta acción; por supuesto, podemos suponer que se debe al hecho de que Jesús, a causa de la divulgación del prodigio, ya no podía presentarse en público, sino que se quedaba a las afueras, por lo cual la gente acudía a él. En la terminología narrativa esta perspectiva se denomina focalización externa (Genette, Erzählung 241-244; Lahn – Meister, Einführung 116-121).

1.3 Por otra parte, el texto que se encuentra dentro de las comillas corresponde al discurso de los personajes. Sus enunciaciones están conformadas de manera que sólo hay una petición expresada por el enfermo a Jesús, introducida por la fórmula: λέγων αὐτῷ ὅτι, le decía, 1,40 y, seguidamente, dos exigencias de Jesús al hombre curado, ambas introducidas por la fórmula: καὶ λέγει αὐτῷ, y le dice, 1,41.43: en total, hay tres intervenciones en discurso directo: una del enfermo y dos de Jesús (Lahn – Meister, Einführung 129-137; Finnern – Rügemeier, Methoden 181-184).

1.4 Cadencia temporal. El narrador nos presenta el acontecimiento de forma sincrónica, es decir, sigue el orden de las acciones y, además, isocrónica, es decir, dura tanto como las acciones. No obstante, en 1,45c la acción de Jesús de permanecer fuera está en imperfecto (ἦν, se quedaba), e igualmente, la de la gente de acudir a él (ἤρχοντο, venían); estos tiempos verbales indican que las acciones son durativas (Blass – Debrunner – Rehkopf, Grammatik 269); pero terminan en cuanto el narrador inicia el siguiente episodio en 2,1: “Entró de nuevo en Cafarnaúm” (Martinez – Scheffel, Einführung 33-50).

1.5 Un parámetro importante en el análisis narrativo es el del saber y la información proporcionados por el relato. En él se combinan informaciones conocidas y nuevas de tal forma que constituyen un saber, una historia significativa y relevante para el lector. Claro está, el saber y la información del relato suponen otro saber: el del contexto cultural y el saber del mundo, que posee el lector (Lahn – Meister, Einführung 166-174). Mediante su estructura clara, compuesta de cuatro acciones, podemos constatar tanto el saber y la información conocidos como también la novedad que nos proporciona el relato.

En primer lugar, por el contexto precedente el lector sabe que acá se trata de Jesús, aunque su nombre no menciona; a él se refiere el narrador por el pronombre “él”: 4 veces en acusativo, αὐτόν; 1 vez en dativo αὐτῷ. El contexto también indica que en el v. 45: “de modo que ‘él’ ya no podía presentarse en público” el pronombre se refiere a Jesús. Este uso del pronombre constituye un caso denominado “lugar indeterminado” que el lector puede completar.

También hacen parte del saber conocido: la realidad de la lepra y de los leprosos, y las prescripciones (scripts) de pureza relacionadas con la lepra. La fama del poder de Jesús sobre los espíritus impuros y sobre la enfermedad es información ya conocida, Mc 1,28.32-34. La curación del leproso la corrobora. También se sabe que Jesús tiene discípulos, que le siguen Mc 1,16-20; aunque en este relato no se mencionan, pasan a segundo plano.

Novedad proporcionada por el relato: el prodigio de curar a un leproso; aparecen por primera vez la exigencia de Jesús al hombre curado de no divulgar el hecho (λόγος significaría en este contexto suceso, hecho cfr. Greek-English Lexicon of the New Testament 599) y la actuación contraria por parte del hombre curado; el hecho de que, por esta razón, Jesús no pueda presentarse en público, sino que deba quedarse a las afueras. Dato nuevo es también la actitud de Jesús de obrar en conformidad con la Ley de Moisés al exigirle al hombre curado cumplir con la ofrenda por su purificación.

La combinación equilibrada de toda esta información, presentada de forma anecdótica, y apoyada por la repetición favorece la memorización del relato. Los verbos empleados en la petición del enfermo: ἐὰν θέλῃς si quieres, y δύνασαί με καθαρίσαι puedes limpiarme (curarme), se repiten en la palabra de Jesús que obra el milagro: θέλω, καθαρίσθητι quiero, queda limpio; el segundo verbo también aparece en la constatación del prodigio, Mc 1,42.

El relato literario se presenta generalmente de tal forma que motiva al lector; y la mayor de las motivaciones es la curiosidad. En nuestro texto puede suscitar la curiosidad del oyente el saber la causa de que Jesús exija al hombre aliviado no decir nada a nadie, según el narrador, encarecidamente. Este saber lo sugiere el desarrollo del relato: por lo visto Jesús quería evitar que la gente acudiera a él sólo por sus milagros.

Por supuesto, antes el narrador cuenta algo sorpresivo, inesperado – la sorpresa es otro medio de motivar al lector: el hombre aliviado desacata el deseo de Jesús y divulga el prodigio. Este dato llama bastante la atención. ¿Por qué desobedeció a Jesús? El relator no lo dice, sólo podemos suponer la causa. Y la otra exigencia, la de cumplir con lo prescrito por Moisés, nos la deja abierta el narrador, pues no nos dice si fue cumplida o no.

Por qué no decirlo, la reacción sorpresiva del hombre muestra que la medida de Jesús de que el hombre guardara silencio para que él pasara desapercibido, logró lo contrario de lo que buscaba, pues al final: él tenía que quedarse a las afueras y, no obstante, la gente acudía a él de todas partes. Este elemento resalta bastante e incentiva la memorización. Pero Marcos nos cuenta otros desenlaces inesperados, por ejemplo, cuando la sirofenicia dio una respuesta inesperada a Jesús, Mc 7,25-30, o cuando Jesús no encontró frutos en la higuera, Mc 11,12-14.

La información del relato también le permite al lector simpatizar o no simpatizar con sus personajes. La figura del leproso, por lo que dice y hace y según los valores y normas del relato, puede serle simpática al lector. La figura de Jesús, por el hecho de que asume la consecuencia del obrar inesperado por parte del hombre, refuerza la simpatía de sus seguidores.

  1. Análisis de la historia relatada

En segundo lugar, analizamos el qué del texto, la historia relatada. De nuevo seguimos ante todo a Lahn-Meister, Einführung 204-258, que proponen analizar la historia según varios parámetros; los más importantes son los cuatro que siguen.

2.1 Aspectos temáticos. El tema es la idea representada por el material, es decir, el problema que gobierna la estructura general del texto narrativo. Podría decirse que el tema de todo el relato evangélico, como lo sintetiza el título, Mc 1,1, es el anuncio de la buena noticia del reino de Dios, proclamada por Jesús, el Hijo de Dios; la curación de un leproso también es señal de la irrupción del reino que él predica, que exige seguimiento. Por medio de tal curación muestra que tiene poder incluso sobre la impureza letal de la lepra. El material del relato, igual que el de toda la obra, debió ser intertextual, es decir, debió existir previamente de alguna forma oral o escrita, llegando luego a estar a disposición del autor. Puede tener importancia acá el motivo de la curación de la lepra, que se conoce desde el Antiguo Testamento. El tema de este breve texto se podría sintetizar en las palabras: “un hombre curado de lepra difunde el milagro.”

2.2 Ubicación espacio-temporal. En el mundo narrado se encuentran objetos en un espacio, dentro del cual se mueven las figuras; ambos posibilitan una imagen abstracta, por decirlo así, sensitiva del espacio. Cada elemento del mundo narrado tiene su espacio. Junto con el espacio el tiempo es categoría fundamental de nuestra experiencia. Estados y acontecimientos de los relatos se sitúan en el tiempo (Lahn-Meister, Einführung 249-258).

En Mc 1,40-45 el narrador no dice expresamente dónde tiene lugar el acontecimiento. Las normas relacionadas con la enfermedad hacen suponer un lugar despobaldo, a las afueras, ligado a la figura del leproso. A las afueras permanece Jesús al final del relato, Mc 1,45. El narrador asocia un lugar como este a la oración de Jesús, cfr. Mc 1,35.

Tampoco hay datos de tiempo. Según el narrador, un día después de la primera jornada en Cafarnaúm, Mc 1,21-34, Jesús “se puso a recorrer toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios” (Mc 1,39). La curación del leproso tiene lugar en un momento indeterminado al final de esta actividad, y antes de que Jesús entrara de nuevo en Cafarnaúm, Mc 2,1. En suma, el relato no contiene datos expresos de lugar y tiempo, sólo se pueden colegir por el contexto literario.

2.3 La acción. La acción, como decíamos antes, se desarrolla en cuatro partes: petición de curación de un leproso a Jesús y su cumplimiento, 1,40-43; exigencias de Jesús al hombre curado e incumplimiento de una de ellas por parte de éste, 1,44-45a y, como consecuencia, la acción de Jesús de no aparecer en público, 1,45b-c; y la acción la gente, 1,45d. ¿Qué lógica sigue la acción?

Pavel (Poetics of Plot 115-130) analiza la acción de todo el relato como tejido de movimientos (moves) particulares realizados por las figuras. Cada una va tras un objetivo, pero simultáneamente se ajustan al entramado general, que va cambiando de forma dinámica. El movimiento de una figura apoya (auxiliary) o entorpece la estrategia de otras figuras. Así, un movimiento en particular se puede describir como una transformación de una situación de partida (problema) en otra situación sucesiva (solución); ésta, a su vez, se vuelve situación de partida que se subordinada a otro movimiento, y así sucesivamente hasta llegar al entramado general, en donde terminan las opciones de acción de las figuras centrales. Puede ser que éstas no logren sus objetivos.

esquema de movimientos

Según el modelo de Pavel, tendríamos cuatro movimientos. La situación de partida, el problema, es la enfermedad del leproso; ésta se transforma, se soluciona: el enfermo se cura; la curación, a su vez, se convierte en problema, ya que Jesús le exige al hombre curado no divulgar el prodigio y, además, debe cumplir ante la autoridad con lo prescrito por la Ley de Moisés para que su curación sea reconocida; pero el hombre reacciona desobedeciendo lo mandado por Jesús, obrando de forma opuesta: propaga la noticia; este hecho se vuelve problema para Jesús; solución: no aparecer en público; por último, el problema de que Jesús se queda a las afueras lo soluciona la gente acudiendo a él.

2.4 Los personajes. En nuestro relato, Jesús es el personaje central. El leproso se restringe a este texto. Por otra parte, están los que acuden a Jesús de todas partes; el sacerdote es una figura de fondo (Finnern-Rüggemier, Methoden 205-206), perteneciente al grupo de “ellos” mencionados en la expresión “para que ‘les’ sirva de testimonio”, Mc 1,44.

a) Presentación de los personajes por el narrador.

Valores: Jesús es movido por el valor de la compasión que, por supuesto, tiene connotación divina.

Normas: Tras el breve relato se suponen normas cultuales y socioculturales relacionadas con la lepra. Ésta acarrea una serie de normas cultuales, basadas en el concepto de la impureza; por lo que el leproso es considerado impuro. Estas normas desembocan en la exclusión del leproso de la vida cultual. El contacto con un leproso hacía impuro a quien contactara con él.

La reglamentación cultual preveía que el alivio de la lepra fuera confirmado por un sacerdote y exigía ofrenda ritual. Jesús reconoce expresamente esta obligación mandándole al aliviado cumplir lo prescrito por la Ley de Moisés. Del punto de vista sociocultural, el leproso debía ser identificable por su vestimenta desgarrada, su pelo suelto, su barba tupida y porque debía vociferar: ¡impuro, impuro! El leproso estaba excluido de la vida social, vivía fuera del pueblo o de ciudad amurallada (Eckey, Markusevangelium 86; Müller, “Nicht nur rein” 226-227).

La costumbre de la postración es un ritual acostumbrado ante una autoridad de rango superior por parte de una persona que se le subordina. Era una costumbre usual ya en la antigüedad, que se remonta a los persas.

Deseos/necesidades: El deseo de quedar limpio mueve al leproso. Jesús, a su vez, quiere ayudarlo. Hay entonces dos deseos que se complementan: el del leproso que se acerca, y el de Jesús que extiende su mano y lo toca. Jesús, una vez hecho el prodigio, desea que el hombre no dé a conocer el prodigio, advirtiéndoselo con insistencia; y el hombre – supuestamente sintiendo la necesidad imperiosa – lo divulga. Hay dos deseos opuestos: el de Jesús y el del hombre aliviado.

La palabra: “Mira, no digas nada a nadie” se cuenta entre los pasajes (Mc 1,25.34.44s; 3,11s; 5,43; 7,36; 8,30; 9,9) en los que Jesús exige que no se den a conocer atributos relacionados con él; esta exigencia fue denominada “secreto mesiánico” por la exégesis del siglo pasado.

Algunos aspectos ilustran particularidades de esta exigencia.

  1. Las órdenes de callar dadas por Jesús a los espíritus impuros, Mc 1,25.34; 3,11s, muestran la confrontación de dos poderes desiguales: el poder de los espíritus impuros o demonios, que somete/posee al ser humano, cesa al ser expulsados por la autoridad/el poder mayor de Jesús. Que confiesen o conozcan a Jesús es táctica de defensa para no tener que abandonar su morada: el ser humano. Jesús, portador del Espíritu, es superior a ellos, les manda callar y salir, Mc 1,25, no los deja hablar, Mc 1,34, les manda no descubrirlo, Mc 3,11s. Esos seres obedecen a Jesús, salen del ser humano, pierden su poder sobre él (Cfr. Berger, Kommentar 140-142). En estos textos el narrador no involucra a los personajes que presencian el exorcismo, para que sepan quién es Jesús, sino que más bien, por las confesiones de los espíritus impuros, son los lectores quienes se cercioran de lo que ya saben desde el comienzo del evangelio: que Jesús es el Hijo de Dios.
  2. En el relato de la curación del leproso y en el de la curación de un sordomudo, Mc 7,32-37, exigía Jesús de forma insistente no divulgar el prodigio; pero tanto el leproso como aquellos que le habían traido al sordomudo divulgaban el prodigio contraviniendo la orden de Jesús (cfr. también Mc 5,20). En este segundo relato se resume la admiración de quienes constataban el prodigio, Mc 7,37, sin que se mencione reacción alguna por parte de Jesús. En el relato de la resurrección de la hija de Jairo, Mc 5,22-24.35-43, una vez hecho el prodigio, Jesús exigía también de forma insistente a los presentes (los familiares inmediatos de la niña y sus cuatro primeros discípulos) que nadie se enterara del prodigio, Mc 5,43; por lo visto el suceso no se divulgó. A diferencia de los espíritus impuros en los exorcismos, en estos tres relatos no hay confesión de Jesús. Como decíamos, la exigencia de Jesús de guardar silencio se podría interpretar en el sentido de que difundir sus prodigios podía llevar a la gente a buscarlo sólo por sus milagros, sin vincularse a él, sin seguirlo. De todos modos, en Mc 1,45 y 7,37 la prohibición de callar logra lo contrario.
  3. Después de la confesión de Pedro, Mc 8,29: “Tú eres el Mesías”, les manda Jesús a sus discípulos no decir nada a nadie, Mc 8,30. Inmediatamente después de que Pedro reconociera a Jesús como Mesías, era reprendido por Jesús, que lo llamaba Satanás, Mc 8,33, porque Pedro temía la prueba del sufrimiento y se la desaconseja a Jesús. Sólo después del sufrimiento y la cruz tiene sentido reconocer a Jesús como Mesías, antes no. E igualmente, después de la transfiguración, de la experiencia de la glorificación; también allí les mandaba a los discípulos (Mc 9,9) que no dijeran nada a nadie “hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos”.

b) Los personajes como tal

El leproso, que se supone reconocido por su aspecto externo, toma la iniciativa, infringiendo la norma que le prohíbe acercarse a otra persona y contaminarla, actúa adrede, quiere quedar limpio. Su postura de rodillas es parte de su súplica al bienhechor superior que puede ayudarlo. El hombre expresa su petición sin ambages, mediante dos verbos precisos, apelando a la voluntad (si quieres) y al poder (puedes) de Jesús para que lo cure. El hombre pone su curación en manos de Jesús.

Una vez curado infringe la exigencia que le da Jesús de no decir nada a nadie. Curado, librado de la enfermedad, liberado de la impureza – y quizás de la muerte – no puede callar; en todo caso, otra vez toma la iniciativa y se pone a pregonar y a divulgar su curación por todas partes (ya que acudían a Jesús de todas partes).

La instrucción al hombre de que se presente al sacerdote y cumpla con la Ley es una exigencia que el hombre tiene que resolver para que su curación sea reconocida, de manera que se pueda integrar de nuevo en su entorno social y cultual. Esta exigencia pasa por completo a segundo plano. El narrador no dice si el hombre curado le dio cumplimiento.

Jesús. Una persona sana sabe que no puede tocar a un leproso para no contaminarse. Infringiendo esta norma Jesús no impide ni evade el acercamiento del leproso; respondiendo a su súplica, compadecido, lo toca y expresa su voluntad (quiero) de curarlo. Unida al gesto de tocarlo, el “queda limpio” es palabra performativa que vence la impureza, obrando el prodigio (Berger, Kommentar 143).

Al despedir al hombre, una vez curado, Jesús le recomienda severamente no decir nada a nadie. Jesús, además, le exige que se presente al sacerdote y ofrezca lo prescrito por Moisés. Así Jesús aparece en armonía con la Ley de Moisés respecto a las normas vigentes para los aliviados de lepra.

La acción del aliviado de divulgar el hecho, aunque bien intencionada, lleva a Jesús a no presentarse en público, quedándose en las afueras. El narrador insinúa de esta manera que Jesús se ve impedido en su predicación pública y obligado permanecer al margen.

La gente. La constatación del narrador de que “acudían a él de todas partes” comprueba, a primera vista, el hecho de que la gente busque a Jesús como mero taumaturgo. Pero la focalización externa de la oración deja abierta otras motivaciones posibles, como el deseo de conocer o de seguir a Jesús.

c) Caracterización de los personajes

Rasgos del leproso. En primer lugar, están la actitud suplicante (παρακαλῶν 1,40) y la de reconocimiento y sumisión, al postrarse ante Jesús (γονυπετῶν 1,40). Por otra parte, se diría que posee un carácter osado, de arrojo, ya que se atreve a acercarse a Jesús superando la barrera de la pureza ritual. Su osadía también se manifiesta en que se atreve a desobedecer a Jesús, divulgando su poder. ¿Pero cómo callar después de quedar limpio y de ser librado de una enfermedad quizás mortal? Podríamos suponer en el hombre sentimientos de alegría desbordante que le llevan a desobedecer pregonando sobremanera (πολλά) lo sucedido, que remite sólo al bienhechor y taumaturgo, a Jesús. El verbo κηρύσσειν, pregonar, anunciar, que verbaliza la acción del leproso, la cualifica como una predicación. No obstante, el narrador no dice expresamente que el hombre hubiese hecho discípulo de Jesús.

El leproso es exponente del grupo sociocultural de los enfermos, seres humanos excluidos, separados, avocados a la muerte. Este enfermo se encuentra con Jesús, que lo limpia haciéndole posible volver a su entorno social y cultual.

Rasgos de Jesús. El narrador nos presenta a Jesús poseyendo un poder superior a la impureza, que la cura, incluso la impureza oculta de la hemorroisa (5,25-34). Jesús demuestra al leproso una actitud de acogida: no lo evade. El narrador menciona el sentimiento de compasión de Jesús, que es respuesta a la súplica sumisa del leproso. Este sentimiento se menciona en los dos relatos de la multiplicación de los panes (6,34; 8,2). La autoridad de Jesús, distintivo de su carácter según la imagen de los evangelios, se evidencia en la palabra que le imparte al hombre aliviado exigiéndole no decir nada a nadie y cumplir lo prescrito por la Ley de Moisés. “Para que les sirva de testimonio”, es decir, “para que les conste”. ¿Qué cosa? “La curación y el requerimiento de Jesús de hacerla valer” (Müller, “Nicht nur rein” 224). El relato sugiere que Jesús, previendo la reacción del hombre, le mandó no divulgar el hecho. Esta exigencia, a su vez, se podría interpretar en el sentido de que difundir el prodigio podía llevar a la gente a acudir a Jesús por sus milagros, pero sin vincularse a él, sin seguirlo. De hecho, ni siquiera el hombre curado se vuelve a mencionar en el resto del evangelio como discípulo de Jesús. Por eso describe el narrador el comportamiento de Jesús, después de que la noticia del prodigio se divulgara, de quedarse a las afueras. Jesús no podía evitar la acción (de predicación) del hombre aliviado, pero él mismo evitaba ser buscado por su sola fama de taumaturgo.

Algo similar había ocurrido antes según Mc 1,35-38. Jesús había madrugado a un lugar solitario a orar; en cuanto se percataron Simón y sus compañeros fueron en su busca, porque todo el mundo lo buscaba. En esa ocasión Jesús tampoco accedió a la sola necesidad de la gente que lo buscaba, sino que se marchó con sus discípulos a predicar a otra parte.

Jesús es la figura central no sólo de este pasaje, sino de todo el relato evangélico. Los rasgos acá expuestos confirman su presentación en toda la obra como líder religioso singular. Acá sobresalen su poder, superior a la impureza, su compasión, su autoridad, su punto de vista de que la gente, al buscarlo sólo por sus milagros, no se vincule a él por el seguimiento; el narrador destaca el hecho de que Jesús evade ese tipo de búsqueda por parte de la gente. En esto reside la singularidad de su liderazgo: carismático, de “servicio”, opuesto al concepto de líder de su entorno sociocultural y político.

Bibliografía

Berger, K., Kommentar zum Neuen Testament, Güttersloh 22012.

Eckey, W., Das Markusevangelium. Orientierung am Weg Jesu. Ein Kommentar, Neukirchen-Vluyn 1998

Finner, S. – Rüggemeier, J., Methoden der neutestamentlichen Exegese. Ein Lehr- und Arbeitsbuch, Tübingen 2016, 173-258.

Fludernik, M., Erzähltheorie. Eine Einführung, Darmstadt 2006 42014. Inglés: An Introduction to Narratology, Routledge 2009.

Genette, G., Die Erzählung, Paderborn 32010. Esta edición reúne los dos siguientes títulos:

-: »Discours du recit. Essai de methode«. In: Ders.: Figures III. Paris 1972, S. 65-282. Español: Figuras III, Barcelona 1989.

Köppe, T. – Kindt, T., Erzähltheorie. Eine Einführung. Stuttgart 2014.

Lahn, S. – Meister, J. C., Einführung in die Erzähltextanalyse, Stuttgart 22016.

Martinez, M. – Scheffel, M., Einführung in die Erzähltheorie, Mün­chen 1999 92012. Trad. española de la primera edición de 1999: Introducción a la narratología, Caba 2011.

Müller, P., “Nicht nur rein, auch gesund (Heilung eines Aussätzigen) Mk 1,40-45 (Mt 8,1-4 / Lk 5,12-16  / P.Köln 255).” en Kompendium der frühchristlicher Wundererzählungen. Band 1, die Wunder Jesu, Zimmermann, R. (Ed.) Gütersloh 2013, páginas 221-234

Reiser, M., Sprache und literarische Formen des Neuen Testaments, Paderborn – München – Wien – Zürich 2001.

Vogt, J., Wie analysiere Ich eine Erzählung? Ein Leitfaden mit Beispielen, Pa­derborn 2011.

Wenzel, P. (ed.), Einführung in die Erzähltextanlayse. Kategorien, Modelle, Pro­bleme, Trier 2004.

Deja una respuesta